Hoy la entrada número 100 del blog (quién lo diría...) va dedica a una especie a la cual personalmente tenía muchas ganas de observar, y que por circunstancias o simplemente por mala suerte, siempre que le dió por presentarse por aquí yo no podía acercarme a verlo. Se trata de otro integrante más de la familia de los Emberícidos en este caso hoy vamos a hablar del escaso (por nuestras tierras) Escribano lapón (Calcarius lapponicus).
Anteriormente aquí ya habíamos hablado largo y tendido de los siete más conocidos de la familia o que al menos yo había logrado observar hasta el momento, algunos de manera cómoda al ser aves comunes o habituales cómo por ejemplo el E. montesino (Emberiza cia) o el E. cerillo (Emberiza citrinella) o también al esquivo E. soteño (Emberiza cirlus).
Mientras tanto en el duro invierno pasado nos fuímos a la Ría para observar al invernante E. palustre (Emberiza schoeniclus) siempre cercano a las zonas encharcadas, y en cambio durante el verano tocó subir al monte para observar al bello veraneante E. hortelano (Emberiza hortulana).
También a cada primavera-verano toca tirar alguna foto al robusto y cantarín Triguero (Emberiza calandra) el verdadero "panzer" de la familia:
Finalmente durante los meses fríos se dejó ver por nuestras costas algún ejemplar despistado del bonito y níveo Escribano nival (Plectrophenax nivalis), un ave que estéticamente no puede ser más guapo y eso que el nivel dentro de la familia es alto y variado...Casi todos los años se deja ver algún ave, fundamentalmente por nuestro litoral.
Así que viendo el historial confiaba en que más tarde que temprano podría tener la oportunidad de observar al Escribano lapón (Calcarius lapponicus) cuya población invernante ya es de por sí escasa en nuestras latitudes y cuyos ejemplares más cercanos invernan regularmente en Normandía o la Bretaña.
Cómo decía en aquella entrada publicada sobre los Escribanos es en el año 1.972 cuando tiene lugar la primera cita en España del Escribano lapón y hasta 1.994 había solamente 14 registros homologados.
Desde entonces me imagino que el número de citas será bastante más numeroso, dado que también desde aquella somos muchos más los que dejamos los ojos en los bichos y los conocimientos en identificación de aves han también aumentado (especialmente los pajaros pequeños), por no mencionar el tema de las comunicaciones acerca de las citas (redes sociales, foros etc.), por lo que en definitiva hemos mejorado abismalmente desde aquella en algunos aspectos.
La parte positiva es que la mayoría de estas observaciones de E. lapones corresponden al litoral cantábrico y en fechas otoñales, por lo que me encontraba en el sitio perfecto, con los contactos adecuados y en las fechas propicias para la observación de esos ejemplares dispersos que se pasaron "de frenada" a la hora de dirigirse a sus cuarteles de invierno más habituales.
Además a los lapones les dio por parar cerca del pueblo en Llanes al cuál precisamente me dirigía ese mismo día y finalmente antes de ir hasta Llanes venía de pasar parte de la mañana por el Cabo Peñas intentando observar infructuosamente a otro lapón aparecido por allí dias atrás. Con lo cual los dioses se juntaron y decidieron darme una alegria, más cómodo y mejor planeado: imposible.
Gracias a las indicaciones precisas de Luis pude parar en el pueblo, saludar a la familia y con la misma dirigirme rápidamente al lugar.
Nada más llegar en el mismo camino ya encontré al primero de ellos, junto a un grupillo de Alondras comunes (Alauda arvensis) las cuáles instintivamente aplicaban su táctica de quedarse inmóviles y dejándolo todo en manos del camuflaje de sus plumas, aunque bien es verdad que en los suelos verdes de Asturias el resultado no es el mismo que en mitad de una estepa castellana y ciertamente daban un poco el cante...
La impresión nada más ver un lapón por primera vez es la de observar un ave de cabeza robusta, con ese pico corto y grueso tan caracteristico propio de la familia. Ciertamente en vuelo se asemeja a la Alondra pero sin embargo el tamaño es mucho inferior, comparado con ellas y no tiene el borde blanco en las alas.
Si para las Alondras esto no es la Tierra de Campos para el lapón tampoco son estos los montes del norte de Laponia o las tundras finalndesas, por lo que aunque sea rodeado de alondras, bisbitas o pardillos, el ave destaca en el suelo sobremanera.
Bien es verdad que siempre que queremos ver este tipo de aves escasas o raras nos acordamos (o vemos en las guías) el precioso plumaje que tienen cuando son adultos o el que lucen en época reproductora, y en cambio aquí se nos presentan aves juveniles o con plumajes descoloridos muy alejados estéticamente de los lucidos meses atrás. En fin, menos es nada y si siempre nos quedará la opción de viajar a los lugares de origen para poder verlos con sus mejores galas.
Al momento, con el paso de una pareja de andadores+perro por el mismo camino, ya descubro también que los lapones no son de la corriente confiada y cercana de la familia, sino que son más bien de la parte Escribana asustada, cautelosa y que no dejan aproximarse mucho. Supongo que también dependerá de si el ave está o no muy cansada o del contacto previo que hayan tenido con los humanos.
Si el peligro viene por tierra suele levantarse con facilidad y alejarse volando del lugar unos cientos de metros, si la amenaza viene por aire en cambio adopta la estrategia de sus compañeras de viaje: se queda inmovil agazado en el suelo o incluso busca una zona cercana de vegetación más alta en dónde ocultarse hasta que pase el peligro.
Abajo podeís observar en la fotografía el hábitat llanisco en dónde han decidido parar a descansar y reponer fuerzas, que ciertamente se puede asemejar a los lugares propicios en donde suele invernar habitualmente (sur de Rusia, Ucrania, litoral Báltico...) es decir lugares llanos, amplios, con hierba y preferentemente junto a la costa.
Puede ser que nuestros lapones incluso no vengan del viejo Continente y en cambio sean aves procedentes del lejano Canadá o de Groenlandia, llegando algunos de estos ejemplares en migración a nuestra Europa occidental, sobretodo a las islas de la Gran Bretaña, Noruega, Bretaña etc. y quizás aún más despistados a nuestro litoral cantábrico.
No podía dejar pasar esta oportunidad de tener a los lapones a diez minutos de casa, teniendo por delante todo el fin de semana libre, además en un lugar tranquilo para la observación y con buen tiempo climatológicamente hablando, por lo que durante el sabado y el domingo les dediqué unas horas, pues sé que no va a ser fácil tener otra oportunidad así.
Desde el propio coche o bien detrás de la rueda de un tractor aparcado (incluso debajo de él) pude ir observando y fotografiando a los lapones y en definitiva a toda la fauna de alrededor que se fue dejando acercar, al principio de forma más tímida y desconfiada y al final casi pasando por al lado de uno.
Destaca de ellos un par de singularidades que al menos a mí y bajo mi percepción me llamaron la atención, por un lado ese caracter esquivo y desconfiado que ya comenté arriba, que hacía que cualquier movimiento ajeno al de las alondras pletorianas que lo rodeaban hiciera que levantara vuelo a la mínima, por ejemplo: paseantes y ciclistas a 20 metros de la finca, vehículos transitando por el camino, un chorlito entrnado de la mar volando y reclamando etc. Por no decir cuando apareció un cernícalo o un ratonero.
Otra particularidad es la querencia a un punto determinado del basto terreno pues aunque en un momento dado se marchara volando y se alejase cientos de metros, con el tiempo volvía volando directamente al mismo sitio.
Sorprende también observar que los dos lapones andan por separado cada uno a su bola, y es más cuando se juntan se pelean entre ellos, por lo que verlos a la vez era algo complicado y breve.
Se ve que durante el viaje tuvieron sus más y sus menos....pero no deja de sorprenderme teniendo en cuenta que además es una especie gregaria (y más en esta época) que están a miles de kilómetros de su zona habitual y que seguramente sean ahora mismo los dos únicos lapones que haya en todo el litoral cantábrico. De tal manera que uno de ellos se movía como una alondra más (de un grupo de unas 10-15) y por otra parte el otro lapón iba y venía con un pequeño grupo de pardillos (6) y bisbitas.
Al margen de todo esto durante las horas que estuve en esos dos días los lapones además de desconfiados y esquivos parecían venir con bastante apetito, pues no paraban quietos un segundo alimentándose de lo que se iban encontrando por el suelo.
En las horas centrales del día, en la que la actividad de las aves generalmente suele bajar considerablemente, era llamativo ver a casi todas las aves quietas y agazapadas en el suelo y mientras tanto los lapones dale que te pego a comer de aquí y de allí.
En definitiva, he disfrutado un montón de esta observación (gracias Luis!!). Os dejo un par de vídeos de la especie:
Guapu bichu, Juan, pena que no me pudiese unir a ti cuando me avisaste. ¡Quién te vería debajo del tractor!
ResponderEliminarEspectacular amigo!!
ResponderEliminarBuena colección de Emberícidos. Un saludo, Juan!
ResponderEliminarPrecioso reportaje Juan, muy chulas las fotos. Un abrazo desde Cantabria.
ResponderEliminarHola juan..... que equipo de fotos usas?
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